Tomar decisiones es una actividad cotidiana que realizamos de manera constante: desde elegir qué comer hasta decidir un cambio laboral. Aunque creemos que actuamos de forma racional, la realidad es que nuestras elecciones están fuertemente influenciadas por sesgos cognitivos, atajos mentales que nos ayudan a simplificar la información, pero que pueden llevarnos a errores sistemáticos en el juicio y la toma de decisiones.
¿Qué son los sesgos cognitivos?
Los sesgos cognitivos son distorsiones en el procesamiento de la información que afectan la manera en que percibimos la realidad. No son necesariamente irracionales, ya que cumplen una función adaptativa al permitirnos decidir rápidamente en entornos complejos. Sin embargo, cuando confiamos en exceso en estos atajos, nuestras decisiones pueden ser poco acertadas.
El concepto fue introducido por Daniel Kahneman y Amos Tversky, quienes demostraron que las personas no siempre toman decisiones basadas en la lógica, sino que recurren a heurísticos (reglas mentales simplificadas) que introducen errores predecibles.
Principales sesgos que afectan nuestras decisiones
1. Sesgo de confirmación
Tendemos a buscar y valorar más la información que confirma nuestras creencias previas, ignorando datos que las contradicen. Esto refuerza opiniones y dificulta la toma de decisiones objetivas.
Ejemplo: Un inversor que cree en una empresa solo lee noticias positivas sobre ella, obviando señales de riesgo.
2. Anclaje
Cuando tomamos una decisión, la primera información que recibimos actúa como referencia, incluso si no es relevante.
Ejemplo: Si el primer precio que vemos de un producto es muy alto, percibiremos como barato un segundo precio, aunque también sea elevado.
3. Sesgo de disponibilidad
Sobreestimamos la probabilidad de un hecho en función de lo fácil que resulta recordarlo.
Ejemplo: Tras ver noticias sobre accidentes aéreos, alguien puede creer que volar es más peligroso que conducir, aunque las estadísticas indiquen lo contrario.
4. Efecto halo
Una característica positiva o negativa influye en nuestra percepción global de una persona o producto.
Ejemplo: Si alguien es físicamente atractivo, podemos asumir que también es competente o confiable, sin evidencias.
5. Sesgo de optimismo
Creemos que los resultados positivos son más probables para nosotros que para los demás, lo que nos lleva a subestimar riesgos.
Ejemplo: Pensar “a mí no me pasará” al no usar casco en bicicleta.
Consecuencias en la vida cotidiana y profesional
Estos sesgos influyen en decisiones financieras, en la contratación de personal, en la medicina e incluso en la vida personal. Pueden llevar a inversiones fallidas, diagnósticos erróneos o relaciones insatisfactorias. En contextos organizacionales, los sesgos pueden afectar procesos de selección, evaluación de desempeño y diseño de estrategias.
Cómo reducir el impacto de los sesgos
Aunque no podemos eliminarlos por completo, es posible minimizar su influencia mediante estrategias como:
1. Conciencia y educación
Reconocer que los sesgos existen es el primer paso. La formación en pensamiento crítico y toma de decisiones ayuda a identificarlos.
2. Contrastar información
Buscar deliberadamente evidencias contrarias a nuestras creencias reduce el sesgo de confirmación.
3. Pausar antes de decidir
Tomarse tiempo para reflexionar disminuye el impacto de decisiones impulsivas basadas en heurísticos.
4. Consultar opiniones diversas
Incorporar diferentes puntos de vista amplía la perspectiva y ayuda a cuestionar supuestos.
5. Uso de datos objetivos
Priorizar métricas y evidencias sobre intuiciones disminuye la influencia del sesgo emocional.
Los sesgos cognitivos son inevitables, forman parte de nuestra naturaleza humana. Sin embargo, comprender cómo afectan nuestras decisiones nos permite actuar con mayor conciencia y reducir errores costosos. En un mundo complejo y saturado de información, la clave no es aspirar a la racionalidad absoluta, sino aprender a tomar decisiones informadas y flexibles, reconociendo nuestras limitaciones cognitivas.
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