El duelo por un aborto, ya sea espontáneo o voluntario, es una de las experiencias más invisibilizadas y emocionalmente complejas que puede atravesar una persona. Aunque el dolor pueda ser profundo, a menudo no se valida socialmente ni se reconoce en su totalidad, lo que puede dificultar el proceso de sanación. Este tipo de duelo tiene características particulares que lo diferencian de otras pérdidas, y gestionarlo requiere un abordaje compasivo, personalizado y libre de juicios.
¿Por qué es tan complicado este duelo?
1. Es un duelo sin rituales ni reconocimiento social
La sociedad suele reservar los rituales de duelo para muertes que han sido «visibles»: un funeral, un velorio, un período de luto aceptado públicamente. En el caso del aborto, especialmente cuando ocurre en etapas tempranas del embarazo, no hay ritos, ni despedidas formales, ni incluso palabras para expresar la pérdida. Este silencio puede llevar a que la persona doliente se sienta invalidada o sola, como si no tuviera «derecho» a sentir dolor.
2. La ambivalencia emocional
El aborto, voluntario o no, genera emociones contradictorias: alivio, tristeza, culpa, enojo, confusión, entre otras. En el caso de un aborto espontáneo, puede sentirse una injusticia o una sensación de haber fallado. En un aborto voluntario, aunque haya sido una decisión consciente y necesaria, muchas personas experimentan duelo igualmente. La idea de que «no debería doler» porque fue una elección, solo agrava la culpabilidad.
3. Carga de estigmas y juicios externos
El juicio social hacia quienes atraviesan un aborto, especialmente si es voluntario, sigue siendo fuerte en muchas culturas. Esto dificulta que las personas hablen abiertamente de su experiencia y busquen apoyo emocional. Incluso cuando el entorno es empático, muchas veces no sabe cómo acompañar, y frases como “ya tendrás otro hijo” o “al menos fue temprano” minimizan el dolor.
4. Impacto en la identidad y el cuerpo
El embarazo, incluso breve, puede alterar la percepción del cuerpo y despertar una nueva identidad como madre o padre. Cuando este proceso se interrumpe, se genera un quiebre abrupto en esa construcción interna. El cuerpo también puede ser fuente de dolor: síntomas físicos del aborto, cambios hormonales y sensaciones de vacío contribuyen a intensificar el duelo.
¿Cómo gestionar este tipo de duelo?
No existe una única manera de atravesar el duelo por aborto, pero sí hay estrategias psicológicas y emocionales que pueden ayudar en el proceso de recuperación:
1. Reconocer el dolor como legítimo
Aceptar que esta pérdida duele —aunque otros no lo entiendan, aunque haya sido una elección— es el primer paso hacia la sanación. Validar las emociones sin censura es fundamental para no reprimir el sufrimiento.
2. Permitir el duelo sin cronómetro
El tiempo del duelo no está regido por reglas externas. Algunas personas se sienten listas para continuar con su vida en semanas, otras necesitan meses o años. No hay un calendario correcto. Es importante no presionarse para “superarlo” rápido.
3. Hablar de la experiencia (si se desea)
Buscar espacios seguros donde compartir lo vivido puede aliviar el peso del silencio. Esto puede ser con amistades empáticas, en grupos de apoyo, con un/a psicólogo/a o incluso escribiendo en un diario íntimo. Lo importante es no sentirse forzada a callar.
4. Acompañamiento psicológico
Un proceso psicoterapéutico puede ofrecer un lugar de contención y comprensión sin juicios. En terapia, se pueden abordar temas como la culpa, la identidad, el miedo al futuro o la reconstrucción emocional tras la pérdida.
5. Crear un ritual simbólico de despedida
Aunque no haya habido un funeral, muchas personas encuentran alivio en realizar actos simbólicos: escribir una carta, plantar un árbol, encender una vela, crear una caja de recuerdos, etc. Estos gestos permiten cerrar el ciclo de una forma personal y significativa.
6. Cuidar el cuerpo
El cuerpo también atraviesa el duelo. El autocuidado físico —descanso, nutrición, movimiento suave— no solo ayuda a la recuperación física, sino que también permite reconectar con uno/a mismo/a desde un lugar compasivo.
Conclusión
El duelo por un aborto, voluntario o espontáneo, es una pérdida real que merece reconocimiento, acompañamiento y compasión. No importa la duración del embarazo, ni las circunstancias: si hubo un vínculo, hay una herida. Negarlo o minimizarlo solo prolonga el sufrimiento. Validar el dolor, buscar apoyo y permitirse vivir el proceso a su propio ritmo son pasos fundamentales para transformar esa experiencia en algo integrable dentro de la historia personal.
En definitiva, más allá del silencio que a veces lo envuelve, este duelo tiene voz, tiene nombre y tiene derecho a ser vivido.
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