El trauma complejo es una forma profunda de sufrimiento psicológico que resulta de una exposición prolongada y repetida a experiencias adversas, especialmente en contextos donde la víctima se encuentra en una situación de vulnerabilidad y no puede escapar. A diferencia del trauma puntual —como el causado por un accidente o un desastre natural— el trauma complejo implica una acumulación de eventos traumáticos que ocurren a lo largo del tiempo, como el abuso infantil, la negligencia emocional, la violencia doméstica o la exposición continua a entornos altamente disfuncionales.
¿Qué es el trauma complejo?
Desde una perspectiva clínica, el trauma complejo puede definirse como un tipo de trastorno psicológico que afecta múltiples dimensiones del funcionamiento humano: emocional, cognitivo, relacional y somático. A menudo se asocia con el Trastorno de Estrés Postraumático Complejo (TEPT-C), reconocido por organismos como la Organización Mundial de la Salud, aunque no todos los sistemas diagnósticos lo han integrado formalmente.
Las experiencias que originan este tipo de trauma suelen darse durante la infancia o la adolescencia, momentos críticos del desarrollo. Esto hace que el impacto sea más profundo y duradero, afectando la construcción de la identidad, la capacidad de regular las emociones y el desarrollo de vínculos seguros.
Principales síntomas y manifestaciones
El trauma complejo se manifiesta de formas variadas y, a menudo, no evidentes. Muchas personas viven con sus consecuencias durante años sin identificar su origen. Los síntomas más comunes incluyen:
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Disregulación emocional: cambios bruscos de humor, sentimientos intensos de ira, tristeza o vacío, así como dificultad para calmarse después de un episodio emocional.
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Alteraciones en la autoimagen: una sensación persistente de inutilidad, vergüenza o culpa, junto con una baja autoestima que puede impedir el desarrollo personal o profesional.
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Relaciones interpersonales inestables: miedo al abandono, dependencia emocional, aislamiento o dificultad para establecer límites saludables.
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Revictimización: las personas con trauma complejo a menudo se ven envueltas en nuevas relaciones o contextos abusivos, repitiendo patrones nocivos sin ser plenamente conscientes de ello.
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Síntomas somáticos y disociación: dolores físicos sin causa médica aparente, sensación de desconexión con el cuerpo o la realidad, y lagunas de memoria relacionadas con eventos traumáticos.
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Hipervigilancia o evitación: estar constantemente en estado de alerta o, por el contrario, evitar situaciones que recuerdan el trauma original.
Impacto en la vida cotidiana
Las personas que han sufrido trauma complejo suelen experimentar una sensación de desarraigo interno, como si vivieran en modo de supervivencia constante. Esta condición puede dificultar mantener un empleo, establecer relaciones duraderas, tomar decisiones coherentes o incluso confiar en sí mismas.
Además, el trauma complejo puede estar vinculado a trastornos como depresión, ansiedad generalizada, trastornos alimentarios, adicciones o conductas autolesivas. Estas manifestaciones no son “fallos de carácter”, sino intentos inconscientes de gestionar un dolor profundo que no ha encontrado una vía de expresión adecuada.
Origen y desarrollo
El trauma complejo suele desarrollarse en contextos donde hay un desequilibrio de poder. Los niños o adolescentes que crecen en hogares abusivos o negligentes, o en comunidades violentas, aprenden a adaptarse a entornos impredecibles. Esta adaptación, sin embargo, deja huellas neurológicas y emocionales.
Durante la infancia, el cerebro está en pleno desarrollo. Si un niño vive constantemente bajo amenaza, su sistema nervioso se adapta a ese entorno, activando de manera crónica las respuestas de lucha, huida o congelación. Esto interfiere con el desarrollo de áreas cerebrales responsables de la regulación emocional, la empatía y la memoria.
Caminos hacia la recuperación
Sanar el trauma complejo no es un proceso rápido ni lineal, pero sí posible. A continuación se presentan algunas vías efectivas de abordaje:
1. Terapia especializada
Es fundamental contar con un terapeuta con experiencia en trauma complejo.
2. Establecer seguridad
La primera fase en el tratamiento del trauma complejo es recuperar un sentido básico de seguridad, tanto interna como externa. Esto implica reducir la exposición a contextos nocivos y desarrollar rutinas estables.
3. Reconectar con el cuerpo
Muchas personas con trauma complejo se desconectan de sus sensaciones corporales como mecanismo de defensa. Prácticas como el yoga, la respiración consciente o el mindfulness ayudan a restablecer esa conexión de forma progresiva.
4. Construir una narrativa
A través del trabajo terapéutico, es posible resignificar las experiencias pasadas, integrarlas en la biografía personal y dejar de vivir desde el dolor. No se trata de olvidar lo vivido, sino de entenderlo desde un lugar de mayor compasión y control.
5. Crear vínculos sanos
Parte de la sanación implica experimentar relaciones seguras y reparadoras. Esto puede lograrse tanto dentro de la terapia como fuera de ella, mediante amistades, grupos de apoyo o espacios comunitarios donde la persona pueda sentirse vista y aceptada.
Conclusión
El trauma complejo es una forma profunda de sufrimiento que requiere reconocimiento y abordaje cuidadoso. No todas las heridas son visibles, y muchas veces quienes más lo necesitan son quienes menos lo piden. Romper el silencio, buscar ayuda y darse el permiso de sanar son actos de valentía que merecen ser acompañados con respeto, paciencia y compasión. Aunque el proceso es largo, la recuperación es posible y puede abrir la puerta a una vida más consciente, integrada y libre.
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