Todos tenemos una voz interior. Esa especie de narrador silencioso que comenta lo que hacemos, cómo lo hacemos, lo que deberíamos haber hecho mejor, lo que no debimos decir, lo que podríamos haber evitado. En algunas personas, esa voz es amable y alentadora. En otras, en cambio, actúa como un juez implacable. A esa figura mental tan exigente y dura con nosotros mismos la conocemos en psicología como el “crítico interno”.

El crítico interno no es una voz real, sino una construcción mental. A veces adopta el tono de figuras de autoridad de nuestra infancia: un padre severo, un profesor exigente o incluso los mensajes culturales sobre lo que “deberíamos” ser o lograr. Aparece en momentos de duda, de fallo, de vulnerabilidad. Nos susurra que no valemos lo suficiente, que no estamos a la altura, que los demás lo hacen mejor, que no tenemos derecho a equivocarnos. Y cuando le damos demasiado poder, puede llegar a paralizarnos.

Escuchar constantemente esta crítica interior no solo merma la autoestima, sino que alimenta la ansiedad, la culpa y el perfeccionismo. Muchas personas ni siquiera se dan cuenta de que se están hablando mal a sí mismas, porque lo han normalizado. Creen que necesitan exigirse así para mejorar, para avanzar, para no acomodarse. Pero, en realidad, ese discurso interno castiga más de lo que motiva.

No se trata de eliminar por completo la autocrítica. A veces puede ser útil revisar lo que hacemos, detectar errores o mejorar. El problema aparece cuando esa revisión se convierte en una fuente constante de reproche o desprecio. Cuando, en lugar de ayudarnos a crecer, nos frena, nos duele o nos hace sentir insuficientes.

Entonces, ¿cómo calmar a ese crítico interno? El primer paso es tomar conciencia. Observar con atención cómo te hablas a ti mismo o a ti misma. ¿Qué te dices cuando cometes un error? ¿Qué tono mental usas cuando algo no te sale bien? ¿Te tratarías igual si fueses otra persona? Muchas veces, lo que nos decimos a nosotros mismos no se lo diríamos jamás a alguien a quien queremos.

Una vez identificado ese diálogo, podemos empezar a transformarlo. No se trata de forzarnos a ser siempre positivos ni de negar lo que sentimos, sino de practicar una forma de hablarnos más compasiva. En lugar de decir “soy un desastre”, podemos probar con “me he equivocado, pero estoy aprendiendo”. En lugar de “no sirvo para esto”, con “me está costando, pero es normal, y puedo pedir ayuda”.

La autocompasión no es indulgencia ni falta de responsabilidad. Es reconocer que somos humanos, que nos equivocamos, que sentimos miedo, que a veces fallamos. Y que eso no nos hace menos valiosos. Kristin Neff, una de las investigadoras más reconocidas en este campo, señala que la autocompasión implica tres aspectos clave: ser amables con nosotros mismos, entender que el sufrimiento forma parte de la experiencia humana, y mantener una conciencia equilibrada de nuestras emociones, sin dramatizar ni ignorarlas.

Otra forma de calmar al crítico interno es identificar de dónde viene. ¿De qué experiencias nace esa voz tan dura? ¿A quién se parece? ¿Qué miedo está intentando tapar o controlar? A menudo, esa crítica constante es un intento inconsciente de protegernos: de evitar el fracaso, el rechazo, la vergüenza. Pero en ese intento, termina haciéndonos daño.

Trabajar con esa voz interior no siempre es fácil. A veces requiere tiempo, paciencia y acompañamiento terapéutico. Pero cada pequeño cambio en el lenguaje que usamos hacia nosotros mismos tiene un impacto real. Cada vez que nos permitimos decir “he hecho lo que he podido” o “no pasa nada por equivocarme”, estamos desactivando parte de ese mecanismo de exigencia que nos hace sufrir.

También puede ayudar escribir lo que nos decimos en momentos de crisis, y luego releerlo desde una posición más compasiva. Preguntarnos: ¿Qué le diría a un amigo si estuviese en mi lugar? ¿Qué necesita realmente esa parte de mí que se siente juzgada? Escucharnos desde el cuidado, no desde el castigo, es un acto de valentía.

Calmar al crítico interno no significa silenciarlo del todo, pero sí aprender a ponerlo en su sitio. Que no sea él quien dirija nuestra vida, quien tome las decisiones o quien nos diga cuánto valemos. Podemos aprender a convivir con esa voz sin dejarnos dominar por ella.

Hablarte con más amabilidad no es un lujo, es una necesidad. Porque lo que nos decimos, aunque sea en silencio, moldea la forma en que nos sentimos, en que nos tratamos y en que habitamos el mundo. Y mereces tratarte con el mismo respeto y comprensión que das a los demás.

En la Consulta de Psicología General Sanitaria Ana García Rey realizamos terapia individualizada y de alto nivel, proporcionándote apoyo de calidad y técnicas eficaces.

Llámanos o manda un WhatsApp al teléfono: 644191359.

O, si lo prefieres, envía un email a: anagarciarey.psicologa@gmail.com.

Estamos entre los mejores psicólogos de A Coruña y online, con los mejores precios.

Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.