La ansiedad es una respuesta natural del cuerpo ante situaciones que percibimos como amenazantes o desafiantes. Es una emoción que todos experimentamos en algún momento, pero cuando se vuelve crónica o desproporcionada, puede interferir significativamente con nuestra calidad de vida. Para comprender por qué viene la ansiedad, es fundamental explorar sus causas desde una perspectiva psicológica.

La función adaptativa de la ansiedad

Desde una perspectiva evolutiva, la ansiedad tiene una función adaptativa. Nuestros ancestros, cuando se enfrentaban a peligros inminentes como depredadores o condiciones adversas, necesitaban activar sus mecanismos de supervivencia. La ansiedad, entonces, es la respuesta emocional que nos prepara para enfrentar situaciones difíciles: al incrementar la alerta, aumentar la energía y preparar el cuerpo para el «ataque o huida» (respuesta de lucha o huida). En situaciones de estrés, el cerebro libera hormonas como la adrenalina y el cortisol, lo que nos ayuda a estar más preparados para enfrentar el desafío.

En el mundo moderno, las amenazas no son siempre tan directas o físicas, pero el cerebro sigue respondiendo de manera similar. Lo que ha cambiado es que los «peligros» de hoy suelen ser más abstractos: preocupaciones laborales, problemas financieros, conflictos personales, o simplemente la carga de las expectativas sociales. En este sentido, la ansiedad puede surgir de la sobrecarga de estímulos y la falta de herramientas para gestionar el estrés de manera adecuada.

Factores psicológicos que desencadenan la ansiedad

  1. Estrés y sobrecarga emocional
    El estrés crónico es uno de los principales factores que contribuye a la ansiedad. Las personas que viven en un estado constante de presión o tensión pueden desarrollar una predisposición a la ansiedad. En estos casos, el cerebro se encuentra en un estado continuo de alerta, lo que agota nuestra capacidad para regular las emociones y nos hace más vulnerables a los trastornos de ansiedad.
  2. Percepción de control limitado
    La sensación de no tener control sobre nuestras vidas es un factor clave en el desarrollo de la ansiedad. Cuando las personas sienten que las circunstancias son incontrolables, pueden experimentar una constante preocupación por lo que podría suceder en el futuro. Este sentimiento de impotencia ante lo desconocido genera ansiedad, ya que el cerebro humano tiene una tendencia natural a buscar certidumbre.
  3. Pensamientos negativos y distorsionados
    La forma en que interpretamos los eventos también desempeña un papel fundamental en la aparición de la ansiedad. Las personas con un patrón de pensamiento negativo o distorsionado tienden a anticipar lo peor, a sobreestimar los peligros o a interpretar situaciones neutrales como amenazantes. Este tipo de pensamiento catastrófico alimenta la ansiedad, pues nuestra mente se enfoca en los posibles riesgos o consecuencias negativas.
  4. Falta de habilidades de afrontamiento
    El modo en que manejamos el estrés y los desafíos de la vida influye en la probabilidad de desarrollar ansiedad. Las personas que carecen de estrategias saludables de afrontamiento, como la resolución de problemas o la regulación emocional, son más propensas a caer en patrones de pensamiento ansioso. La incapacidad de relajarse o de desconectar de las preocupaciones cotidianas puede agravar la ansiedad.

La influencia de los factores biológicos

Aunque los factores psicológicos juegan un papel crucial, la ansiedad también tiene raíces biológicas. Se han identificado ciertos neurotransmisores y estructuras cerebrales que están relacionados con el desarrollo de trastornos de ansiedad. Entre ellos destacan:

  • Serotonina y noradrenalina: Estos neurotransmisores regulan el estado de ánimo y el nivel de alerta. Un desequilibrio en su funcionamiento puede contribuir a una mayor predisposición a la ansiedad.
  • Amígdala: Esta es la parte del cerebro responsable de procesar las emociones, en particular el miedo. En personas con trastornos de ansiedad, la amígdala puede estar hiperactiva, lo que genera una respuesta exagerada ante situaciones que, en realidad, no suponen un peligro real.
  • Corteza prefrontal: Esta área del cerebro está implicada en la toma de decisiones y en la regulación emocional. En personas con ansiedad, suele observarse una actividad reducida en esta región, lo que dificulta el control sobre los impulsos y las emociones.

Factores sociales y ambientales

La sociedad moderna también influye en el aumento de los trastornos de ansiedad. Vivimos en un entorno que constantemente nos bombardea con estímulos, demandas y expectativas. El exceso de información, la presión por cumplir con estándares de éxito, belleza o rendimiento, y la sensación de estar constantemente conectados a través de las redes sociales, son factores que amplifican la ansiedad.

En muchos casos, la comparación social se convierte en un detonante. Las redes sociales, por ejemplo, fomentan la comparación constante con otros, lo que puede generar sentimientos de inseguridad y ansiedad. El miedo al juicio social, a no cumplir con las expectativas o a no ser suficiente para los demás puede desencadenar episodios de ansiedad.

Además, las crisis económicas, los cambios en el entorno laboral y la falta de apoyo emocional en momentos difíciles son factores que agravan los síntomas ansiosos.

La ansiedad como síntoma y no como enemigo

Es importante entender que la ansiedad, aunque incómoda, no es algo inherentemente negativo. Puede ser una señal de que algo en nuestra vida necesita ser atendido. La clave está en aprender a reconocer sus señales y abordarla de manera efectiva.

Para gestionar la ansiedad, es esencial desarrollar una mayor conciencia sobre los factores que la desencadenan, así como adoptar hábitos saludables como la práctica de la atención plena (mindfulness), el ejercicio regular, la gestión del tiempo y el apoyo social. Cuando la ansiedad se convierte en un problema crónico, puede ser útil buscar la orientación de un profesional de la salud mental, quien puede ayudar a identificar los patrones subyacentes y trabajar en su manejo.

Conclusión

La ansiedad surge de una interacción compleja entre factores biológicos, psicológicos y sociales. Si bien es una respuesta adaptativa ante el estrés, en el mundo actual puede convertirse en un desafío significativo. Comprender sus orígenes y abordarla de manera proactiva es fundamental para mantener un bienestar emocional equilibrado. Con el enfoque adecuado, la ansiedad puede ser manejada y no convertirse en un obstáculo para disfrutar de la vida.

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