En los últimos tiempos, la cultura actual de la superación personal nos ha instado continuamente a salir de nuestra zona de confort, para poder lograr el crecimiento personal. Y en cierto modo, es cierto que, en algún momento, nos tocará coger las riendas de nuestra vida y pasar a la acción, por lo que acomodarnos demasiado no es lo adecuado siempre. Asimismo, es relevante aprender a enfrentar nuevos retos, superar miedos e inseguridades, tolerar la incertidumbre y no aferrarnos a viejos hábitos o patrones automáticos negativos.
Sin embargo, también existen ocasiones en las que permanecer en nuestra zona de confort, donde nos sentimos cómodos y seguros, es lo más adecuado. Se trata de aquellas situaciones en las que abandonar la zona de confort puede conllevar peligro, por ejemplo, cuando arriesgamos mucho y de forma precipitada, lo que puede llevarnos a fracasar estrepitosamente.
Salir de la zona de confort sin sopesar adecuadamente los riesgos y beneficios que este paso conlleva puede ser una decisión precipitada de la que podríamos arrepentirnos a corto plazo. Además, estar obsesionados con que necesitamos constantemente salir de la zona de confort puede llevar al agotamiento psicológico.
La zona de confort es un espacio de calma y un lugar seguro donde podemos descansar y reponer fuerzas, por lo que no necesitamos vivir continuamente fuera de ella (no es sano). Por lo tanto, hay veces en las que quedarse en la zona de confort es lo más sabio.
Existen dos espacios relacionados con la zona de confort:
- Zona de aprendizaje. Es una zona de “estiramiento” en la que ampliamos nuestros horizontes. Se incluyen todas aquellas situaciones en las que experimentamos cierto nivel de ansiedad (bien porque son novedosas o implican un desafío), pero esa ansiedad no es exagerada, sino que podemos gestionarla, de tal forma que se encuentra en un nivel óptimo y favorece la motivación. El crecimiento se produce en esta zona de aprendizaje, ya que es cuando alcanzamos nuestro punto óptimo de productividad y motivación. Pero para aprovecharlo debemos prepararnos para lo que podremos encontrar en esas situaciones nuevas, diseñando posibles planes de acción para superar los posibles obstáculos.
- Zona de pánico. Es la zona en la que enfrentamos situaciones para las cuales no estamos preparados y experimentamos un nivel de ansiedad demasiado elevado, incapaces de gestionarla. Ello implica que nos sintamos paralizados o bloqueados por el miedo y no podamos avanzar, presos del pánico psicológico. Cuando entramos en la zona de pánico podemos experimentar tanto miedo y ansiedad que es probable que corramos despavoridos hacia la zona de confort y no nos atrevamos a salir de ella por un largo tiempo.
- Zona de confort. En esta zona, que bien conocemos por ser situaciones familiares, es donde nos encontramos a gusto y nos sentimos seguros, guiados por nuestros hábitos y costumbres, de manera que experimentamos muy poca ansiedad.
Algunas situaciones en las que conviene quedarse en la zona de confort:
- Cuando hay buenas razones para quedarse en la zona de confort. A veces no es el momento más adecuado para salir de la zona de confort. Por ejemplo, cuando no existen las condiciones mínimas o no nos hemos preparado lo suficiente. Si vamos a dar un gran paso o realizar un cambio importante en nuestra vida, debemos asegurarnos de que es el momento oportuno. Para valorar que existen buenas razones (no excusas motivadas por el miedo) para quedarnos momentáneamente en la zona de confort, imagina que tienes un borrador mágico que pudiera eliminar la ansiedad, ¿te gustaría dar ese paso? Si la respuesta es positiva, debes prepararte para ir ampliando tu zona de aprendizaje e ir creando las condiciones. Pero si realmente no es lo que quieres hacer, no tienes que dar ese paso solo para ampliar tus límites, sobre todo si te genera una ansiedad innecesaria en este momento.
- Cuando ya hemos vivido muchos cambios. En ocasiones la vida nos obliga a salir fuera de la zona de confort haciendo que nos enfrentemos a situaciones difíciles, para las cuales no estábamos preparados. Cuando hemos atravesado por un periodo complicado puede ser una buena idea regresar a la zona de confort y permanecer en ella durante el tiempo que necesitemos para reponer la energía que hemos gastado, puesto que llevar nuestras fuerzas al límite, exigiéndonos demasiado, puede hacernos tocar fondo emocionalmente y resultará mucho más difícil recuperarnos.
- Cuando simplemente nos apetece quedarnos en la zona de confort. Si decidimos que no queremos salir de la zona de confort porque nos sentimos a gusto y es lo que hemos elegido, no tenemos que sentirnos culpables por no querer añadir más retos o desafíos en nuestra vidas por el momento. Salir de la zona de confort solo tiene sentido si puede hacernos sentir más felices.
La zona de confort es un concepto subjetivo en el que intervienen diferentes factores, entre ellos, nuestras características de personalidad y el nivel de tolerancia al estrés. Respondemos al estrés de manera diferente, por lo que es posible que la zona de aprendizaje de algunas personas sea más pequeña que la de otras y entren más rápido en la zona de pánico.
Cada persona tiene sus propias limitaciones y eso no es algo negativo. Lo que sí es contraproducente es compararse y copiar lo que hacen los demás para salir de su zona de confort, porque eso genera mucha frustración y hace más probable el fracaso.
El secreto para crecer sin entrar en la zona de pánico consiste en conocerse bien a uno mismo, comprender nuestros límites y conocer nuestro nivel de tolerancia al estrés y la incertidumbre. Solo así podremos ir ampliando paulatinamente esa zona de aprendizaje sin ir demasiado lejos.
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