Acoger un perro en el seno familiar implica mucho cuidado, dedicación y amor mutuo. Con nuestros perros desarrollamos un vínculo emocional especial, ya que estos seres desempeñan un importante papel en nuestro bienestar. Tanto es así que en nuestro país se calcula que existen en torno a 6-7 millones de perros. Esta cifra implica también que multitud de personas se enfrentan, cada año, al fallecimiento de su mascota… Superar el proceso de duelo por la muerte de un ser más de la familia es un proceso que, desgraciadamente, muchas veces puede verse entorpecido por la falta de comprensión de aquellos que no lo entienden…

El vínculo establecido con una mascota es algo peculiar y especial, cuya singularidad puede no ocurrir con otro ser humano. Nuestro perro no nos cuestiona ni reprime, representa para nosotros aquel soporte que muchos hubiéramos deseado tener y no tuvimos. Las muestras de afecto con nuestro perro son muy frecuentes, tanto en forma de besos, como de abrazos, juegos, etc. Asimismo, los perros contribuyen a tener menor sensación de soledad y a una adecuada regulación emocional, por ejemplo, acariciarlos nos ayuda a calmar la ansiedad y la tristeza.

En síntesis, nuestro perro supone para nosotros un poderoso sustitutivo de necesidades afectivas que idealmente se satisfacen con otros seres humanos.

Por todo lo anterior, cuando se produce la pérdida o el fallecimiento de nuestra mascota ello nos impacta de forma intensa y personal. Es decir, no hay un duelo igual a otro, ya que la experiencia de la pérdida varía de una persona a otra, debido, entre otros aspectos, al vínculo creado con el animal o a las experiencias compartidas con éste.

En líneas generales, el duelo es un proceso mediante el cual la persona se resitúa tras la pérdida de un elemento crucial en su vida, y es por ello que el duelo no solamente se da como respuesta a la pérdida de un familiar o de una pareja; también se produce en la pérdida de bienes económicos, de un trabajo, en el cambio de una ciudad a otra o en la pérdida de un rol o función desempeñados.

A pesar de que la muerte de una mascota sea algo relativamente previsible dada su esperanza de vida, resulta inevitable el sufrimiento que acarrea su pérdida.

La “superación” de esa ausencia implica lidiar con sentimientos tales como:

  • La incredulidad que puede provocarnos llegar a casa y que no nos reciba
  • La tristeza que produce darnos cuenta de que ya no está con nosotros
  • La rabia por no haber podido disfrutar más tiempo con el animal
  • La culpa de haber sido nosotros quienes tuvimos que decidir poner fin a su sufrimiento y a su vida con la eutanasia cuando la enfermedad no le permitía vivir más…

Este último caso, es decir, cuando su final depende de nosotros, conlleva una enorme angustia debido a la duda que nos produce tomar esa decisión tan dura e injusta (“¿por qué ahora y no dentro de un mes, y si realmente puede todavía aguantar un poco más?”).

En cualquier caso, el sufrimiento que nos produce la pérdida de nuestra mascota es un sentimiento legítimo. Aunque es posible que nos encontremos con personas que, por desconocimiento, nieguen esta realidad por el hecho de tratarse de un animal, haciendo alusión a que “solamente era un perro o un gato” (si te han dicho cosas del estilo, lo mejor es ignorar esos comentarios tan insensibles y rudos, ya que se trata de un proceso íntimo, que cada uno vive a su manera y que depende del vínculo único que hemos establecido con nuestra mascota).

Merecemos dar una cabida emocional a la pérdida de nuestro ser de luz especial. Si tu mascota ha fallecido recientemente y quieres acompañamiento en el proceso de aceptación de la pérdida, en Psicólogos Coruña Ana García Rey te ayudaremos a transitar por esta etapa para que se resuelva adecuadamente el duelo.

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