No confiar en los demás es una situación muy frecuente, sobre todo cuando vivimos determinadas experiencias. Además, algunas dificultades como la ansiedad o la baja autoestima pueden ser los desencadenantes de la desconfianza en otras personas.

Las personas que tienen problemas para confiar en los demás pueden llegar a creer que al no abrir su corazón a los demás evitan sufrir y se protegen de alguna forma frente a circunstancias como rupturas de pareja, sentirse defraudadas por alguna otra persona o sentirse inferiores.

Sin embargo, esto es paradójico, ya que el evitar este tipo de situaciones genera aún más sufrimiento (por ejemplo, aislamiento, estar a la defensiva, recelo, suspicacia y excesiva cautela, problemas de comunicación y malentendidos, etc.). Y uno también puede llegar a dudar de si mismo, preguntándose “¿por qué no confío en nadie, se puede uno realmente fiar de alguien, es que el problema está en mi, hay algo malo en mi…?”.

Este problema puede afectar tanto al desarrollo normal del día a día (desconfianza de los compañeros de trabajo, recelo de los familiares y de amigos…) como también a la relación sentimental (celos, desconfianza en la pareja…).

Algunos motivos que pueden estar detrás de la desconfianza interpersonal:

  • Haber sido víctima de una o varias mentira/s importante/s: las personas que han sido desilusionadas por otros haciéndoles creer algo que realmente no era, pueden acabar preguntándose si realmente vale la pena tener fe y confiar en los demás. Aún así, cabe señalar que, en ese caso, estarían juzgando a todas las personas por las acciones concretas de alguien (un caso aislado y puntual) que no ha actuado como debería.
  • Creencias y pensamientos negativos: las personas que manifiestan desconfianza interpersonal están condicionadas por creencias y pensamientos negativos sobre los demás y sobre si mismas. En cierto modo, el engancharse a este tipo de pensamientos es una forma de evitar enfrentarse a algo que les produce miedo y ansiedad (exponerse a lo que pueda suceder en la relación con los demás).
  • Excesivas demandas o elevadas expectativas hacia los demás: algunas personas esperan que los demás se comporten de una determinada manera y no excusan el más mínimo error cuando no sucede así. Tienen un sentido de la lealtad que no deja lugar a las imperfecciones humanas. Por ejemplo, cuando un amigo comete un error, esa persona se siente traicionada y tacha a ese amigo de su lista de personas de confianza. No obstante, vale la pena recordar que las personas se equivocan y eso no implica que no se pueda confiar en ellas o que hayan dejado de ser buenos y leales
  • Experiencias vitales negativas: la acumulación de experiencias dolorosas relacionadas con personas cercanas puede producir falta de confianza en los demás. Sin embargo, el hecho de haber vivido estas experiencias en el pasado no implica que vayan a suceder de nuevo en el futuro. Por ello, las creencias que desarrollamos a raíz de estas situaciones traumáticas y/o estresantes (“la gente me fallará, los demás no son como yo, no me puedo fiar de nadie…”) muchas veces son inadecuadas y nos alejan de conocer realmente a personas que tienen algo que aportarnos.
  • Miedo a correr riesgos: abrir el corazón, darnos a la otra persona y mostrarnos tal como somos implica un riesgo, un riesgo que aquellas personas que no confían en los demás no están dispuestas a correr, a pesar de todos los beneficios que produce la amistad. Esto puede suceder especialmente cuando la persona no está agusto con su situación actual, está sufriendo periodos de estrés o tiene el ánimo bajo. Cualquier peligro de sufrir puede ser “la gota que colma el vaso” y, por ello, se protegen de esta forma, aunque a medio/largo plazo sea dañino y contraproducente (todavía genera más desconfianza al final).
  • No confiaren uno mismo: algunas personas que no se sienten bien consigo mismas o que tienen ciertas inseguridades o la autoestima baja prefieren no exponerse a relaciones cercanas como una forma de no tener que implicarse o ser ellas mismas mostrándose tal como son y, así, evitar que la otra persona les pueda rechazar, ya que ello provocaría una bajada de su autoestima y autoconfianza.

Confiar de nuevo en los demás es posible. El primer paso es trabajar en ti mismo y, seguidamente, exponerte y propiciar las relaciones interpersonales, para demostrarte que sí mereces tenerlas y que también hay personas que merecen que estés en sus vidas.

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