Un ataque de ira se puede definir como un arrebato o estallido de ira repentino y descontrolado, que puede comenzar sin previo aviso, en el que se reacciona repentina y violentamente ante algo que ha generado molestia, como una injusticia, un insulto personal o una situación que incomoda. También puede parecer desproporcionado con respecto a lo que desencadenó el episodio.
En estos ataques de ira se experimenta furia, se pierda el control, se hacen acusaciones descabelladas, ataques, críticas y se culpa a todos los demás excepto a uno mismo… Es como estar atrapado en un ciclo interminable de liberación de la tensión, es agotador, molesto, exasperante.
Por lo general, las personas que más sufren las consecuencias de estos ataques de ira (además de la propia persona) son las personas que conviven con ella, como la pareja, los hijos, los padres…
Síntomas del ataque de ira:
Los ataques de ira suelen caracterizarse por la aparición de varios de los siguientes síntomas:
- Reacción exagerada de enfado a pequeñas irritaciones
- Ira inapropiada dirigida hacia los demás
- Tener ganas de atacar a los demás
- Dificultad para respirar
- Tensión muscular incrementada
- Pensamientos abrumadores
- El corazón late con fuerza o se acelera
- Dolores, opresión o malestar en el pecho
- Mareos o aturdimiento
- Sudoración excesiva
- Rubor facial
- Miedo a perder el control
- Sofocos
- Ansiedad intensa
- Ganas de atacar físicamente a otros
- Temblores
- Lanzar o destruir objetos
- Hormigueo o picazón en la piel
Algunas causas del ataque de ira:
Son muchas las causas que pueden desencadenar ataques de ira, incluido el estrés, los problemas económicos, las presiones laborales y sociales, los problemas familiares o de pareja, la falta de sueño e incluso la frustración por pequeñas acumulaciones de estresores diarios (atascos de tráfico, lentitud en el ordenador, fallos en aparatos domésticos, falta de tiempo, pérdida de algún objeto importante, etc.).
Asimismo, los ataques de ira también pueden ser un síntoma de numerosas afecciones de salud, como las siguientes:
- Abuso de alcohol u otras sustancias psicoactivas.
- Trastorno por déficit de atención e hiperactividad.
- Trastorno bipolar.
- Algunos trastornos de personalidad.
- Trastorno depresivo mayor.
- Ansiedad y algunas fobias.
- Demencias.
- Duelo.
Proceso de escalada o curva ascendente de la ira:
Los ataques de ira suelen producirse en cuatro fases:
- Percepción de un suceso negativo(palabras, imágenes, suposiciones…)
- Pensamiento “caliente” que alimenta la ira o predispone a padecerla
- Ira excesiva dirigida externamente (explosión de la emoción sin control)
- Conductas violentas(chillar, insultar, golpear…).
Tras estas cuatro fases, si se gestiona de forma adecuada, suele haber una fase última de resolución, en la cual la ira decrece y la persona se calma.
Algunas recomendaciones para controlar un ataque de ira:
- Autoconocimiento: conocer qué es lo que hace posible (en ti) que de un pequeño enfado o irritación inicial llegues hasta una expresión de enfado descontrolado.
- Consciencia: ver las señales que indican que te estás enfadando y por qué.
- Adelantarse a posibles situaciones potencialmente irritantes: establecer acciones encaminadas a evitar determinadas situaciones.
- Reflexionar sobre los desencadenantes de la ira:¿puede que haya alguna diferencia entre lo que pasó (evento) y lo que interpretas (piensas) al respecto?
- Hablar y expresar las emociones: normalmente, se explota por acumular sentimientos. Por tanto, si se dialoga calmadamente y se va sacando todo lo “malo” hacia afuera de forma socialmente correcta (sin gritar, etc.), será más fácil que la ira no se apodere de ti.
- Visualizarlas consecuencias: toma consciencia de lo que implican y de cómo terminan siempre mal los ataques de ira, ya que pueden llegar a hacer mucho daño e incluso ser irreversibles (por ejemplo, divorcio, despido, etc.).
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