En ocasiones, tenemos una voz crítica interna que, cuando no alcanzamos nuestros objetivos o cuando nos equivocamos, nos recuerda lo que tendríamos que haber hecho y cómo. Pero, ¿qué tono tiene esta voz en ti? ¿Se caracteriza por una mala actitud o, por el contrario, es un ser que te ofrece una sonrisa indulgente, una palabra amable y una mano amiga cuando es necesario?
Puede (erróneamente) que pensemos que esta segunda clase de voz interna más relajada es débil e ineficaz, por cuanto llevaría aparejada una menor motivación al cambio y a la mejora, dando por sentado que si no empleamos la autocrítica rígida y feroz para motivarnos no llegaremos a conseguir nada…
Entonces, ¿qué actitud tomar cuando las cosas no nos salen según lo planeado?
Veamos como ejemplo a una persona que está lidiando últimamente con problemas de autoestima. Existen varias formas en que su voz interna podría actuar en este caso:
- Distrayéndose: recordando en la imaginación una escena bonita para distraerse del problema.
- Impulsando su autoestima: pensando en los aspectos positivos de si misma para aumentar su confianza y seguridad.
- Practicando la autocompasión: viéndose a si misma con bondad, amabilidad y compasión, considerando esta situación de baja autoestima en su contexto, sin evaluarla ni juzgarla comparándose con otros de forma negativa. Es decir, la autocompasión implicaría tratarse a uno mismo con respeto y amabilidad, sin mortificarse, sin autoexigencias excesivas ni autocastigarse por los errores.
Lo cierto es que investigaciones recientes han demostrado que, de estos tres enfoques, la autocompasión es la mejor opción para afrontar las situaciones sin prejuicios, evitando la dura autocrítica y la potencialmente frágil automejora. En comparación con el impulso y fomento de la autoestima y la distracción, la autocompasión ayuda mucho más a:
- Aumentar la motivación para el cambio.
- Ver las posibilidades reales de cambio y mejora.
- Tomar medidas para hacer un cambio.
- Compararse con las personas que lo hacen mejor, para ayudar a motivar el propio cambio.
Esto parece deberse a que la autocompasión construye una forma más equilibrada de reaccionar ante los propios fracasos y, en general, ante las situaciones difíciles que nos encontramos en el camino.
Como dijo Carl Rogers: “la curiosa paradoja es que cuando me acepto tal como soy, entonces puedo cambiar”.
Te invito a que pienses por un momento en todo lo que serías capaz de hacer por la persona que más amas en el mundo. Y, ahora, hazlo contigo.
La práctica regular de mindfulness nos ayuda a cultivar la compasión y la autocompasión, entre otros numerosos beneficios. Y aprender dicha técnica es muy sencillo.
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