Numerosas personas desarrollan miedo a conducir a causa de alguna mala experiencia al volante. Cuando este temor se intensifica y se convierte en fobia a conducir (también llamada “amaxofobia”), la persona manifiesta una sintomatología ansiosa tan intensa que le impide o dificulta enormemente el coger el volante.
La amaxofobia afecta, habitualmente, a personas que han sufrido (directa o indirectamente) algún accidente o susto conduciendo, a personas que tienen miedo (o poca tolerancia) a la falta de control, que son inseguras y que sufren estrés, ansiedad y/o padecen otras fobias (por ejemplo, miedo a volar o temor a permanecer en espacios cerrados), entre otras.
También suele presentarse en personas que han dejado de conducir durante un tiempo relativamente prolongado y es más prevalente en mujeres de mediana edad (35-45 años).
Esta fobia suele producirse, con más frecuencia, en personas muy responsables, autoexigentes, perfeccionistas y a quienes les gusta tener el control de las situaciones.
El miedo intenso que llegan a experimentar estas personas hace que eviten conducir y declinen planes que, a priori, les hubiese gustado hacer (si les toca a ellas conducir). Por tanto, terminan sintiéndose frustradas, tristes, impotentes y su autoestima baja.
Cuando se ven obligadas a ponerse al volante lo hacen con mucha ansiedad, experimentando taquicardia, sudoración, mareo, inestabilidad, temblor, dolores musculares, hiperventilación… Asimismo, suelen conducir de forma esporádica, realizando los mismos recorridos e imponiendo variadas limitaciones, como conducir con acompañante, evitando autopistas, carreteras con viaductos, túneles, con mucho tráfico, de noche o con lluvia y viento.
En la amaxofobia, la respuesta de escape o evitación de la situación de conducir produce en las personas que la padecen una sensación de alivio o disminución de la ansiedad, que se mantiene por refuerzo negativo, constituyendo para ellas la “única” posible salida que se contempla para hacer frente al problema. Como resultado de la primera crisis de ansiedad que se experimenta al volante, se desarrolla un círculo vicioso donde predomina el miedo a vivir esta misma situación tan angustiante, y este miedo es el que desencadena nuevas crisis ansiosas automáticas, cada vez más pronunciadas y exageradas, lo que hace que la fobia se intensifique y perpetúe (debido a la evitación y al miedo intenso a sufrir un accidente).
Recomendaciones para superar la fobia a conducir
- Exposición al estímulo fóbico, es decir, a conducir:
El tratamiento más efectivo es la exposición en vivo, lo que permite desarrollar experiencias directas de afrontamiento que ayudan a revertir el proceso de condicionamiento de la respuesta de escape-evitación-huida ante las diversas situaciones relacionadas con conducir.
- Reestructurar los pensamientos negativos:
Modificar las ideas, creencias y pensamientos erróneos sobre la conducción, los vehículos, el tráfico y las propias habilidades al volante. Disponer de información verídica sobre estos temas.
- Regulación emocional:
Una adecuada gestión emocional es imprescindible para afrontar el pánico a conducir. Se deben identificar las emociones, analizarlas y esclarecer por qué se producen y si realmente resultan útiles.
- Mejorar las habilidades de conducción:
En algunos casos, mejorar las habilidades psicomotrices propias del manejo de vehículos puede ayudar a superar el miedo a conducir, haciendo que la persona se sienta más segura al volante. En este paso, se debe acudir de nuevo a una autoescuela que ofrezca clases de reciclaje.
- Recuerdo de experiencias positivas al volante:
Fomentar los recuerdos positivos sobre la capacidad de conducir ayudará a volver a confiar en las propias aptitudes al volante, generando más seguridad y calma a la hora de exponerse.
Espero que estas recomendaciones te hayan sido de utilidad.
No obstante, en muchos casos la mejor y más eficiente forma de superar la fobia a conducir es acudiendo a un profesional de la salud mental.
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