La salud mental ha comenzado a ocupar el lugar que merece dentro de las preocupaciones sociales y personales. Sin embargo, pese a los avances en la visibilización de los trastornos psicológicos y el bienestar emocional, aún persisten numerosos mitos en torno a la terapia psicológica. Estas creencias erróneas no solo desinforman, sino que también disuaden a muchas personas de buscar la ayuda que necesitan. En este artículo, exploraremos algunos de los mitos más comunes sobre la terapia psicológica y ofreceremos una mirada más realista y fundamentada sobre lo que realmente implica el proceso terapéutico.

1. Solo va al psicólogo quien está «loco»

Este es quizás el mito más extendido y también uno de los más dañinos. Acudir a terapia no implica tener un trastorno mental grave, ni significa que la persona haya perdido el control de su vida. Las personas buscan terapia por múltiples razones: estrés laboral, conflictos familiares, rupturas amorosas, pérdida de sentido, baja autoestima, ansiedad, entre otras. Ir al psicólogo no es una señal de debilidad o desequilibrio, sino un acto de responsabilidad y cuidado personal. Así como se acude al médico ante un malestar físico, también es válido y necesario acudir a un profesional de la salud mental cuando algo no va bien emocionalmente.

2. La terapia es solo hablar y no sirve de nada

Otra idea común es que la terapia consiste simplemente en contarle los problemas a alguien que asiente con la cabeza y cobra por escuchar. Esta visión simplificada y caricaturesca ignora por completo el trabajo técnico y estructurado que hay detrás de la intervención psicológica. Un psicólogo clínico o un psicólogo general sanitario tiene formación científica y utiliza herramientas específicas, técnicas validadas y enfoques metodológicos para ayudar al paciente a comprender, procesar y transformar su malestar. La conversación en sí misma es solo una parte del proceso; lo esencial es el trabajo terapéutico que se realiza a partir de ella.

3. El psicólogo te da consejos y te dice lo que tienes que hacer

Muchas personas llegan a la consulta esperando que el psicólogo les diga cómo actuar o tome decisiones por ellas. Sin embargo, la función de la terapia no es la de imponer soluciones, sino la de facilitar que la persona descubra sus propias respuestas. El rol del psicólogo es acompañar, guiar y ofrecer perspectivas que ayuden al paciente a ampliar su comprensión de sí mismo y de sus circunstancias. La terapia es un espacio de descubrimiento, no de instrucciones. La autonomía del paciente es fundamental, y uno de los objetivos del proceso es precisamente fortalecer esa capacidad de tomar decisiones con mayor claridad y seguridad.

4. La terapia dura años y no se ven resultados

Si bien existen procesos terapéuticos que pueden extenderse en el tiempo, no todos los casos requieren años de tratamiento. Hay modalidades breves y focalizadas, como la terapia cognitivo-conductual, que trabajan con objetivos específicos y en un número limitado de sesiones. La duración depende de múltiples factores: la naturaleza del problema, la motivación del paciente, la frecuencia de las sesiones y el tipo de enfoque terapéutico utilizado. Además, muchas personas comienzan a notar cambios significativos incluso en las primeras etapas del proceso, aunque el trabajo profundo requiera tiempo y compromiso.

5. Solo necesitas fuerza de voluntad, no terapia

Esta idea parte de una visión reduccionista de la salud mental, como si los problemas emocionales se resolvieran simplemente «echándole ganas». Si bien la motivación personal es importante, hay circunstancias en las que los recursos internos no son suficientes. La depresión, la ansiedad, el trauma o los conflictos relacionales no se superan solo con fuerza de voluntad. Requieren comprensión, estrategias y, en muchos casos, intervención profesional. Del mismo modo que no se le diría a alguien con una pierna rota que camine con más empeño, tampoco es justo minimizar el sufrimiento psicológico apelando únicamente al esfuerzo individual.

6. Ir al psicólogo es una señal de fracaso personal

La idea de que pedir ayuda es sinónimo de debilidad o derrota está profundamente arraigada en muchas culturas. No obstante, reconocer que uno necesita apoyo y buscarlo activamente es, en realidad, una muestra de valentía y madurez. Enfrentar el dolor emocional, hablar de aquello que duele o confunde, y asumir el compromiso de conocerse mejor no es una derrota, sino una forma de crecimiento. La terapia no es un último recurso, sino una herramienta de desarrollo personal que muchas personas eligen incluso sin estar atravesando una crisis específica.

7. Los psicólogos leen la mente o te analizan constantemente

Este mito mezcla ficción con desconocimiento. Los psicólogos no tienen poderes sobrenaturales ni leen la mente. Lo que sí tienen es una formación que les permite observar patrones, conductas, emociones y narrativas, a partir de las cuales pueden formular hipótesis y estrategias terapéuticas. Fuera del espacio de consulta, un psicólogo no va por la vida analizando a todo el mundo. Al igual que cualquier otro profesional, también necesita desconectar, y su rol clínico se activa dentro del marco terapéutico y con consentimiento explícito.

Conclusión

Superar los mitos que rodean a la terapia psicológica es un paso necesario para construir una cultura más sana y abierta respecto a la salud mental. Cuestionar estas ideas erróneas no solo beneficia a quienes dudan si acudir o no a terapia, sino que también contribuye a desestigmatizar una práctica que puede ser profundamente transformadora. La terapia no es una solución mágica, pero sí una herramienta poderosa para el autoconocimiento, la sanación emocional y el desarrollo personal. Hablar con un profesional de la salud mental debería ser tan natural como acudir a cualquier otro especialista. Al fin y al cabo, cuidar de la mente también es cuidar de la vida.

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