Poner límites es una habilidad emocional fundamental para cuidar del propio bienestar y para construir relaciones más equilibradas. Sin embargo, muchas personas tienen dificultades para hacerlo. A veces por miedo al rechazo, a generar conflictos, por culpa, por inseguridad o simplemente porque nadie les enseñó que decir “no” es tan legítimo como decir “sí”.
Los límites no son barreras para alejar a los demás, sino formas de protegerse y de sostener una convivencia respetuosa. Son una expresión de la autoestima. Cuando una persona pone límites sanos, está diciendo: “me respeto y también quiero relaciones en las que el respeto sea mutuo”.
¿Qué son los límites sanos?
Los límites sanos son aquellas normas o decisiones personales que marcan hasta dónde estamos dispuestos a llegar en nuestras relaciones, en lo que aceptamos o en lo que estamos disponibles para ofrecer. No se trata de imponer, sino de comunicar lo que necesitamos para estar bien.
Poner límites sanos implica, por ejemplo, decir “no quiero hablar de esto ahora”, “necesito tiempo para mí”, “esto que has hecho me ha molestado” o “no puedo ayudarte con eso en este momento”. No significa ser egoísta, agresivo o insensible, sino honesto, coherente y respetuoso con uno mismo y con los demás.
¿Por qué nos cuesta poner límites?
Muchas veces, la dificultad para establecer límites viene de aprendizajes tempranos. Quizá creciste en un entorno donde no se te permitió decir que no, donde había que complacer siempre, donde se confundía amabilidad con sumisión. Tal vez aprendiste que valías más si eras útil, disponible o complaciente. También puede que tengas miedo a que, si dices lo que realmente piensas o necesitas, los demás se alejen o se enfaden contigo.
Estos miedos no son irracionales: tienen raíces profundas. Pero el coste de no poner límites es alto. Acabas acumulando malestar, agotamiento, resentimiento o sensación de vacío. Cuando siempre dices que sí, incluso cuando no puedes o no quieres, estás traicionándote a ti mismo o a ti misma.
Señales de que necesitas revisar tus límites
-
Te cuesta decir que no, aunque te suponga un esfuerzo o un malestar importante.
-
Te sientes responsable de cómo se sienten los demás.
-
Te molesta que invadan tu espacio o tu tiempo, pero no sabes cómo expresarlo.
-
Sueles priorizar las necesidades ajenas por encima de las tuyas.
-
Acumulas rabia, cansancio o frustración sin entender muy bien por qué.
-
Sientes que no te tienen en cuenta o que te dan por hecho.
Estas señales no indican un fallo personal, sino la necesidad de cuidar mejor de ti.
Cómo empezar a poner límites de forma sana
1. Escucha tus necesidades
Para poner límites, primero tienes que saber qué necesitas. ¿Qué te molesta? ¿Qué te cansa? ¿Qué te hace sentir incómodo o incómoda? Reconocer tus emociones es el primer paso para identificar dónde estás cediendo demasiado.
2. Permítete decir que no
No todo requiere una explicación. Tienes derecho a decir que no sin justificarlo de forma exhaustiva. “No me apetece” o “prefiero no hacerlo” pueden ser respuestas válidas. Si eres claro y respetuoso, no estás haciendo daño a nadie por marcar tus propios límites.
3. Habla desde ti
Utiliza un lenguaje asertivo y centrado en ti. En lugar de acusar, expresa cómo te sientes y lo que necesitas. Por ejemplo: “Cuando haces esto, me siento incómodo. Preferiría que no lo volvieras a hacer”. Así evitas el conflicto y favoreces la comprensión.
4. Tolera el malestar inicial
Poner límites puede generar incomodidad, sobre todo al principio. Es posible que los demás se sorprendan o incluso reaccionen mal. Eso no significa que estés haciendo algo mal, sino que estás cambiando una dinámica que quizá llevaba mucho tiempo instalada.
5. Sé coherente
Los límites no sirven de mucho si los marcas un día y al siguiente los rompes. No se trata de ser inflexible, pero sí de ser coherente. Si tú no respetas tus propios límites, es difícil que los demás lo hagan.
6. Rodéate de personas que respeten tus límites
Una buena relación no se basa en que todo se permita, sino en que haya espacio para el diálogo, el respeto y el cuidado mutuo. Si alguien se enfada cada vez que marcas un límite, quizá la relación no está siendo tan sana como pensabas.
Lo que ganamos al poner límites
Cuando aprendemos a decir “no”, también empezamos a decirnos “sí” a nosotros mismos. A nuestra energía, a nuestra calma, a nuestro bienestar. Poner límites mejora la autoestima, reduce el estrés, fortalece nuestras relaciones y nos ayuda a vivir de forma más auténtica.
Los límites no se ponen para castigar, sino para proteger. Son una forma de autocuidado. Son el marco dentro del cual las relaciones pueden crecer con seguridad y honestidad. Y aunque al principio cueste, con práctica y paciencia, es posible aprender a expresarlos sin miedo ni culpa.
Poner límites no te convierte en una mala persona, ni en alguien egoísta. Te convierte en alguien que se respeta, que se escucha y que está construyendo relaciones más sanas, empezando por la que tiene consigo mismo.
En la Consulta de Psicología General Sanitaria Ana García Rey realizamos terapia individualizada y de alto nivel, proporcionándote apoyo de calidad y técnicas eficaces.
Llámanos o manda un WhatsApp al teléfono: 644191359.
O, si lo prefieres, envía un email a: anagarciarey.psicologa@gmail.com.
Estamos entre los mejores psicólogos de A Coruña y online, con los mejores precios.