En este artículo encontrarás algunas recomendaciones que pueden serte de utilidad cuando tengas que ayudar a un amigo o a un familiar en situación de duelo por la muerte de un ser querido cercano.

Muchas personas tienen dificultades al relacionarse con un amigo o familiar que sufre la muerte de una persona importante en su vida, es decir, no saben cómo acercarse, qué decir, qué actitud adoptar…

Tienen miedo de equivocarse y despertar el dolor de la persona superviviente, de cómo manejar una conversación que podría ser dura tanto para ellos como para los demás, y de enfrentarse a un sufrimiento para el que no hay palabras que puedan aportar remedio o consuelo.

Sin embargo, se debe superar esta reserva hacia el amigo o el familiar en duelo para poder serle realmente de ayuda, ya que quienes están en duelo necesitan sentir la presencia afectiva de amigos y familiares, y saber que tienen a su lado personas atentas y dispuestas a escuchar.

No se puede proteger a los afligidos del dolor de la pérdida, pero se les puede apoyar en ese momento tan doloroso ayudándoles a expresar sus dificultades y sus sentimientos dolorosos. No hay gestos especiales ni “frases hechas” para aliviar el sufrimiento del doliente, pero existen muchas formas de estar presentes emocionalmente para ellos.

Algunas recomendaciones para apoyar a una persona en duelo: 

  • Establece contacto con el doliente lo antes posible y mantenlo durante un tiempo largo y prudencial

Aunque te cueste esfuerzo y miedo, ponte en contacto lo antes posible, y si no puedes hacerlo yendo en persona, al menos llama por teléfono o escribe para transmitir el pésame y decir cuánto lo sientes.

Por otra parte, las visitas y las llamadas telefónicas se vuelven especialmente importantes con el tiempo, ya que a medida que pasan las semanas la realidad de la pérdida golpea cada vez más profundamente, haciendo que las personas se sientan más solas y vulnerables. Y la mayoría de las personas sólo están pendientes los primeros días, por lo que el apoyo decrece precisamente cuando más se necesita, que es cuando la pérdida empieza a hacerse más consciente en el día a día.

Además, muchas personas piensan que, al cabo de unos meses, el doliente habrá superado el momento más difícil. Pero lo cierto es que la duración del proceso cambia de una persona a otra y el duelo puede prolongarse mucho tiempo (incluso años…).

  • No tienes que decir nada

Es normal que haya momentos de silencio, acéptalos e intenta no llenarlos a toda costa con palabras. A veces las palabras no bastan o son innecesarias. Lo que cuenta es tu presencia, sincera y cálida. Cuando no hay palabras que decir, un gesto cariñoso, un apretón de manos, un abrazo… pueden expresar tu afecto y tu cercanía.

  • No minimices la pérdida ni invalides los sentimientos, sólo escucha y fomenta que se exprese

Sufrir la muerte de un ser querido es un paso necesario. Y cada persona tiene formas y momentos distintos de afrontar su duelo, que varían en función de su historia, su edad, la calidad e intensidad de la relación, el papel que desempeñaba la persona fallecida, la forma de la muerte…

Esto es un proceso relativamente largo en el que el doliente llega a aceptar con el tiempo el hecho de que su ser querido ha desaparecido definitivamente, lo que implica un trabajo duro y largo que nadie puede hacer en su lugar.

Sin embargo, se le puede ofrecer ayuda invitando a que comparta su angustia, sus emociones, sus recuerdos, la historia de la muerte de su ser querido… escuchándole sin ofrecer consejos ni emitir juicios.

En este sentido, es mejor evitar frases como: “entiendo perfectamente cómo te sientes”, “menos mal que tienes un marido/mujer/otros hijos… de los que ocuparte”, “fue la voluntad de Dios”, “con el tiempo el dolor pasará”…Y sustituirlas por otras que inviten a compartir sus emociones, su experiencia, sus recuerdos… y abran la puerta al diálogo y a la comunicación, como las siguientes: “esto debe de ser tan doloroso para ti”, “teníais una relación tan bonita… o aunque teníais una relación difícil, debe de ser terrible saber que le has perdido”, “era una persona especial, le echo mucho de menos, no puedo imaginar cuánto le echas de menos. ¿Tienes ganas de hablar de ello?”, “No puedo imaginarme cómo debes de sentirte. ¿Quieres hablar de ello?”… El objetivo es escuchar a la otra persona sin interrumpirla, sin juzgarla y sin aconsejarla, es decir, únicamente permitir que se exprese y se sienta escuchada.

Cada vez que una persona en duelo cuenta la historia de su pérdida, la realidad de lo ocurrido se hace más cercana y verdadera, esto es, uno necesita contar su experiencia muchas veces para, con el tiempo, comprenderla y, finalmente, aceptarla.

Si la otra persona llora, acoge sus lágrimas. Y cuando exprese sentimientos de ira, frustración, decepción, miedo y tristeza, acógelos también, sin juzgarlos, ya que si los mantiene reprimidos en su interior y nunca tiene la oportunidad de mostrarlos, ello suele ralentizar el proceso de duelo.

  • Permite cualquier expresión de dolor, incluida la de culpa

Es natural que la persona en duelo se aflija y se desespere, con la pérdida es como si hubiera perdido una parte de sí misma y de la vida que compartían.

Los altibajos emocionales son parte natural del proceso, por ello, no insistas al afligido para que vuelva a su vida habitual lo antes posible. Tal vez puedas ayudar relatando tu propia experiencia de pérdida, si has sufrido alguna.

Por otra parte, sentir culpa tras la muerte de un ser querido es algo muy habitual: por haber sobrevivido, por no haber podido salvar a la persona que murió, por no haberle mostrado el amor y la atención que merecía, por no haber hecho lo suficiente, etc.

En este caso, acepta la expresión de culpa y considera que, en realidad, lo que muchas personas sienten no es tanto culpa sino pesar por no haber podido cambiar las cosas mientras el otro vivía. Sin embargo, si el superviviente sigue hablando de un incidente concreto varios meses después de la muerte, puedes preguntarle: “¿Qué más crees que podrías haber hecho? Y, en ese caso, ¿qué habría pasado?”. Con preguntas sencillas y abiertas puede que llegue a la conclusión de que con los conocimientos que tenía en ese momento no podría haberlo hecho mejor o de forma diferente.

  • Toma medidas concretas

Los afligidos no siempre tienen la energía y el empuje necesarios para tomar la iniciativa de llamar a otros, por tanto, evita decir: “si puedo hacer algo por ti, llámame”, y trata de ser tú quien llame y ofrezca un apoyo concreto, por ejemplo, hacer un recado, preparar la comida, recoger a los niños del cole… Incluso ofrecer simplemente pasar una tarde juntos viendo la tele puede ser un gran consuelo para los que se quedan solos.

  • Compartir y recordar conjuntamente fechas señaladas

Evitar hablar del fallecido no protege contra el sufrimiento. Además, muchas personas en duelo se sienten decepcionadas si no se menciona a la persona fallecida, actuando como si nunca hubiera existido, y en cambio, obtienen un gran consuelo al recordarla junto con otras personas allegadas.

Por otro lado, los cumpleaños, el aniversario de la muerte… suelen ser momentos especialmente difíciles. Por ello, en esas fechas quizá sea bueno ponerse en contacto con el doliente, prestándole apoyo incondicional.

  • La recuperación lleva su tiempo, no la presiones

Una persona en duelo está sometida a un gran estrés, así que hasta que no esté preparada no la presiones para que vuelva enseguida a la normalidad y participe en actividades. Deja que poco a poco se reincorpore a su ritmo, prestando atención a cómo se va encontrando, por si te necesita y no lo expresa.

Si, con el paso del tiempo, la persona en duelo no parece haber recuperado cierto bienestar y sigue mostrando sentimientos de culpa, ira, depresión, tendencias suicidas o, por el contrario, no hay ninguna manifestación de duelo, es recomendable sugerirle solicitar ayuda profesional.

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